lunes, 3 de agosto de 2009

Quién les enseña?

La madre le indica el camino. Él no se anima. Es cuestión de supervivencia. Tiene 300 metros hacia abajo y no se anima. Ella lo empuja. Él tambalea. El viento golpea sin cesar. Sólo centímetros lo separan del abismo. A su alrededor están esperando que falle. Abajo los valientes ya disfrutan del porvenir. Una vez más la madre lo mira con un gesto único y empuja al vacío. Se lanza. Abre sus alas pero cae casi en picada. Ella se lanza detrás para darle apoyo. En pleno vuelo abre sus alas y comienza a planear. El mundo se abre frente a sus ojos, un infinito mar de posibilidades lo espera. Siente la presencia de ella y se anima a planear. Sus alas son muy débiles. Puede ver que algunos no pudieron lograrlo y son presas de los depredadores que esperan en los verdes. El mar cada vez está más cerca. Siente como el viento lo empuja hacia los campos. Su vida está a punto de definir un rumbo. Gira su cabeza hacia arriba y puede ver que lo acompañan. El impacto es inminente. Su cuerpo se estrecha torpemente contra las agitadas aguas veraniegas del Ártico. Sus alas se abren y golpean. Gira. Se hunde. Flota. Se acomoda. Busca desesperadamente a su madre y cuando logra recuperarse, nota que ella está ahí para acompañarlo en su nueva etapa. Juntos, emprenden sobre el agua el nuevo camino hacia el futuro. Madre e hijo. Como si alguien les hubiese enseñado. Así es la naturaleza. Simplemente Perfecta.

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